Lo sucedido esta mañana en el Mini Estadi podría pasar como un ridículo más al que nos tienen acostumbrados desgraciadamente quienes están ahora mismo representando al Racing. Sin embargo, el esperpento protagonizado hoy en Barcelona va más allá, y ayuda a mostrar a quienes todavía no lo quieren ver, donde está ahora mismo una institución que debía estar soñando con preparar el Centenario.
Poco hay que analizar del encuentro de este mediodía en la Ciudad Condal. El Racing sigue siendo un equipo muerto, plano y sin personalidad y orgullo, fiel reflejo tanto de quien lo ha conformado, como de quien lo entrena. «Camisetas andantes», que diría el difunto Jesús Gil, auténticos zombis que caminan de un lado a otro sin sentido, y se han convertido en marionetas en manos de un grupo de chavales que nunca, ni en entrenamientos, soñaron en jugar de forma más cómoda. Ellos son los que juegan, y nadie puede dejar de atribuirles su cuota fundamental de responsabilidad en lo que ha sucedido tanto hoy ante el Barça B, como en el resto de una temporada para borrar. Pero hay que decir claramente que son imagen de lo que hay en el club.
En el banquillo está un entrenador incapaz e impotente, deseoso de que la pesadilla acabe cuanto antes, coger el cheque correspondiente por sus «servicios» y ponerse a otra cosa. Eso sí, después de incendiar todo lo que se podía incediar en Santander, en vez de dedicarse a haber trabajado desde su llegada al conjunto verdiblanco.
Pero donde la sensación de «chorreo» es mayor, es con cada aparición pública del «ínclito» personaje que preside el Racing. Su discurso rídiculo, vacío y paranoico vuelve a dejar claro que ni él, ni ninguno de sus compañeros en esta absurda charada denominada Consejo de Administración, tienen intención de tomar ninguna decisión que cambie la situación. Ese es el camino que desgraciadamente sigue enfilando el Racing, que lleva a un club histórico de nuestro país directamente al precipicio. Pero no al que señala el descenso a Segunda B (ahí ya ha estado y ha sobrevivido), sino a uno sin solución, el de la desparición.