Lo sucedido esta noche en el Estadio de Gran Canaria de Las Pamas habrá sorprendido a quienes se han asomado por primera vez a la pantalla de Marca TV para ver al Racing. Desgraciadamente, quienes estamos al día de la actualidad racinguista, no hemos hecho más que comprobar lo que es el Racing de Fabri a día de hoy: un equipo reservón, plano y sin personalidad, que únicamente funciona a chispazos.
Una vez más Andrija Kaludjerovic se encargó de estropear el guión favorito de su técnico marcando en los primeros compases del partido. En vez de aprovechar el nerviosismo de la grada y del discutido Lobera, el equipo sufrió el «efecto marea», replegándose otra vez de forma descarada sobre la portería defendida en esta ocasión por Mario. Lógicamente, poco tardó en llegar el gol del empate de un equipo local que incluso mereció ponerse por delante.
La suerte acompañó al Racing, que pese a tener a su trivote absolutamente perdido y una defensa dubitativa, por lo menos pudo mantener el empate hasta los minutos finales. Hasta ahí pareció funcionar la apuesta a Fabri, y en una jugada aislada Bouazza daba un zarpazo que dejaba el pase a dieciseisavos al alcance de la mano de los verdiblancos.
Pero el destino guardaba una desagradable sorpresa para los cántabros, que volvieron a pecar de blandos, y dieron la oportunidad de forzar la prórroga a los locales con un inocente penalti que Momo no desaprovechó.
En el tiempo extra, y justo cuando el Racing daba por fin un paso hacia el área amarilla, llegó la sentencia con el tanto de Murillo, favorecido una vez más por un error innecesario de la improvisada línea defensiva. La puntilla la dió, ya con el partido medio muerto, Thievy.
El final del partido y la eliminación copera dejaron claro que el Racing sigue fiel al estilo marcado por su mister, y que mucho deberá cambiar para, apenas sin tiempo, superar un test importante como la visita del Lugo el próximo domingo. La recuperación de elementos importantes como Bocanegra o Assulin podrían facilitar ese cambio, pero lo que está claro es que para intentar conseguirlo todo pasa de forma innegociable por desprenderse de la aureola de equipo pequeño que destilan los de Fabri.